El Nuevo Periodismo (así, con mayúsculas) se encara con la objetividad y parece decirle, en el ínter, que para escribir periodismo se necesitan pasión, coraje, agallas y la decisión de derramar sangre y sudor por él. También que, como lo dejó asentado Ryszard Kapuściński en Los cinco sentidos del periodista, por cada cuartilla escrita deben haberse leído cien con antelación. Así de intenso y contundente es el rigor del periodista.
El Premio Nacional de Periodismo, René Avilés Fabila -periodista y escritor de amplio bagaje en las letras- cita a su homólogo polaco para ilustrar la condición del periodista como traductor de la realidad. Y en esta tarea es imposible excluir la subjetividad en su forma más acabada: el Nuevo Periodismo, ya francamente aliado con la literatura, busca difundir información sin caer en el vicio de la frialdad, el pragmatismo y la distancia. En el Nuevo Periodismo cabe la pluma prodigiosa, lírica; cabe el relato exaltado, elocuente; caben, en fin, la pasión y el entusiasmo, la conciencia y el compromiso, la belleza y el encanto de la más fina literatura.
A propósito del periodismo narrativo, Avilés Fabila -fundador del suplemento cultural El Búho en el diario Excélsior y autor de novelas, ensayos y compilaciones de cuentos- es rotundo cuando dice que la diferencia entre los géneros periodísticos y los literarios se ha reducido de tal modo que hoy la mezcla es ya inminente. A autores como Truman Capote, Ernest Hemingway, Norman Mailer, Curzio Malaparte y Gabriel García Márquez se deben no sólo impecables trabajos periodísticos, sino el legado de lo que hoy se conoce como nuevo periodismo. A la obligación de entregar retratos fieles de la cotidianeidad se sumó la necesidad de construir aproximaciones lo más nítidas y vívidas posibles: la veleidad de los detalles, la intensidad de las emociones, los retratos de los personajes activos y pasivos, el marco general del hecho a relatarse. De pronto el periodismo se encontró a la altura de la literatura más exigente y demandante, la literatura más profunda y realista.
Y es que, como dice Kapuściński, la realidad es más excitante y recóndita que la ficción. El periodista, para quien el cinismo no puede formar parte de su espectro de emociones, busca trasladar su visión cosmogónica en un escrito que recoja impresiones, pensamientos, reflexiones y sentimientos. Un escrito que perdure, que sea producto de la observación, del estar, ver, oír, compartir y pensar.
Por ello el periodismo narrativo se vale de lo escrito para ser material trascendental en potencia. El periodista, el que convive con la gente y sufre sus desavenencias, es sólo libre una vez que plasma en el papel la sabiduría que ha recolectado en el camino. Porque sí: el periodista es sabio, el periodista se reinventa día a día, el periodista aprende lecciones nuevas cada vez. El periodista comprende (o debe comprender, en teoría) el mundo mejor que nadie: es su intérprete y actor.
Para un hombre como René Avilés Fabila, para quien el periodismo se ha convertido en el oficio de toda una vida, la narración es el único campo de expresión posible. Al compartir experiencias en una conferencia con alumnos de Periodismo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro, por ejemplo, es divertido y ácido a la vez. Habla del ambiente periodístico en México, de la realidad detrás del tiraje en los periódicos, de las presiones de la publicidad y la libertad de expresión (tema que, a últimas fechas, se ha puesto en boga), de los personajes que configuraron el periodismo cultural en México: desde Poniatowska hasta Vicente Leñero, de la princesa Monsiváis al indiscreto Dehesa; Avilés Fabila conoce su medio y lo desmenuza con irreverencia y conocimiento de causa, lo que se agradece en un hombre de su experiencia y talante.
Pero, además, es realista cuando dice que el periodismo fresco y dinámico es difícil en una era en que la información es un negocio. Sin embargo, defiende la profesión como representante digno de ella que es. Y esa es la mejor lección de periodismo que puede darse.
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